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Hay Otro Camino

8 palabras que resumen el Evangelio – D. A. Carson

El Evangelio es Cristológico; este es Cristo-centrado. El evangelio no es un suave teísmo. Mucho menos un impersonal panteísmo. El evangelio es irrevocablemente Cristo-centrado. El punto es poderosamente articulado en cada libro del Nuevo Testamento. Por ejemplo, en el evangelio de Marcos, Cristo mismo es Emanuel, Dios con nosotros; él es el largamente prometido rey Davídico quien traería el reino de Dios. Por su muerte y resurrección él llega a ser el monarca mediador quien insiste que toda la autoridad en el cielo y tierra es solo suya.
En Juan, sólo Jesús es el camino, la verdad, y la vida: nadie viene al Padre sino sólo a través de él, porque este es el intento solemne del Padre que todos deben honrar al Hijo así como honran al Padre. En los sermones reportados en Hechos, no hay otro nombre sino Jesús dado bajo el cielo por el cual somos salvos. En Romanos y Gálatas y Efesios, Jesús es el último Adán, aquel por quien la ley y los profetas dan testimonio, aquel por quien el propio designio de Dios designó como propiciación de la ira de Dios y reconcilia a Judíos y Gentiles con su Padre celestial y por tanto también unos con otros. En la gran visión de Apocalipsis 4-5, el Hijo solo, que emerge del gran trono del Dios Altísimo, es al mismo tiempo el león y el cordero, y el sólo es calificado para abrir los sellos del rollo que estaba en la mano derecha de Dios, y por tanto llevar todos los propósitos del Dios incomparable para juicio y bendición. Por todo esto, el evangelio es Cristológico. John Stott está en lo correcto: “El evangelio no es predicado si Cristo no es predicado.”

Pero esta postura cristológica no se enfoca exclusivamente en la persona de Cristo; esta abraza con igual fervor su muerte y resurrección. Como un asunto de primera importancia, Pablo escribe, “Cristo murió por nuestros pecados” (15.3). Más temprano en esta carta, Pablo no le dice a sus lectores, “Me propuse más bien, estando entre ustedes, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo”; en lugar de eso, él dice, “Me propuse más bien, estando entre ustedes, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de éste crucificado.” (1 Cor. 2.2). Sin embargo, Pablo aquí relaciona la muerte de Jesús con su resurrección, como la aclara en el resto del capítulo. Este es el evangelio de Cristo crucificado y resucitado.

En otras palabras, no es suficiente una salpicadura de Navidad, y una pizca de Viernes santo y de Domingo de Resurrección. Cuando insistimos como asunto de primera importancia que el evangelio es Cristológico, no estamos pensando de Cristo como un agregado o simplemente como un ayudador, tal como lo hace un buen agente de seguros. El evangelio es Cristológico en un sentido más profundo: Jesús es el Mesías prometido que murió y se levanto otra vez de entre los muertos.

Efesios (6) Soy Salvo – Mark Driscoll

NOS ENCANTA UNA BUENA HISTORIA DE RESCATE

Está bien, vamos a conseguir unas mascotas. Hemos estado negociando esto por 15 años y ahora que tenemos 5 hijos pueden limpiar los excrementos de las mascotas no me molestan las mascotas, pero me molesta lo que sale de ellas. Ese es el problema que tengo, pero ahora que tenemos hijos suficientemente grandes, en teoría, para limpiar lo que sale de la mascota, estamos listos para conseguir unas mascotas.

Gideon, el de 7 años, quiere dos conejillos, y quiere llamarlos: ‘perdido’ y ‘hallado’. O ‘totopos’ y ‘salsa’, y nos pidió dos conejillos. Y los niños han pedido enérgicamente un perro y parece que estamos cambiando de pre-perro a pos-perro.

¿Cuántos de ustedes tienen perro? ¿Tienen perro? No sé nada de perros. Sé que tienen cuatro patas a menos que algo terrible les pasó, sé que los perros más grandes son mejores que los pequeños, y sé que todos los perros son mejores que los gatos. Es todo lo que sé sobre perros.

Llegamos al punto en que estoy investigando a los perros. Escogimos una raza, supongo. Grace se crió con pastores alemanes, por eso estamos buscando un pastor alemán, o uno mezclado. Y la gente también empieza a hacer preguntas como: «Va a conseguir uno de raza pura o mezclada?». No sé la diferencia, y me puse a investigar. El padre del de raza pura es un macho dominante muy regio, y pensé: «Definitivamente necesito uno de esos», es un chiste, más o menos.

Y después otros dicen: «No, no, no, necesitas uno de raza mixta». Un perro de rescate, los llamados perros de rescate. ¿Tienen un perro de rescate? Esta es mi apelación a la República Popular de Seattle, ¿de acuerdo? Aquí es donde me conecto. Porque uno de los requisitos de ser ciudadano aquí en Seattle es tener perro, así que por fin lo soy. Y todos dicen: «Oh, necesitas un perro de rescate».

No sé qué es un perro de rescate, entonces empecé a investigar a los perros de rescate en internet, y francamente fue traumático. Dicen: «Oh, hay de 8 a 10 millones de perros abandonados y la mitad mueren». Ah, caray, no lo sabía. Y que podemos rescatar un perro. Como estoy centrado en el evangelio, tengo que hacerlo. O sea, tenemos que rescatar algo. El libro entero que leo se trata de un gran rescate.

Uno empieza a buscar, y lo cautivan a uno emocionalmente. Le muestran la foto de un perro con una mirada en sus ojos que dice básicamente: «Salva mi vida». Después dan un nombre al perro, y ahora está casi apegado completamente. Y le hablan del perro. Esta se llama Sasha. «Le encantan los niños, los Frisbee, y a Jesús». «Y vamos a matarla el martes», y uno piensa: «¡Ay, no! ¡A Sasha, no!». Ahora puede que tengamos 10.000 perros en nuestra casa porque se nos ha abierto mundo nuevo.

Después le cuentan a uno historias sobre cómo fueron rescatados los perros, y qué lectura tan divertida. Le dicen a uno: «Mire, aquí hay un perro. Ahora este perro puede jugar a traer cosas y tener una familia eterna», así la llaman. La familia eterna, no es como la familia que los abandonó en el parque. Usted puede ser su familia eterna. Uno conoce los perros y escucha sus historias. Y había un perro que no estaba bien alimentado, era malnutrido, fue abandonado en el bosque, pero una familia lo rescató, y hay una foto navideña donde aparece el perro con la familia. Y está tan feliz que mueve la cola, y es como si fuera el cielo de los perros.

¿No les encanta una buena historia de rescate? A propósito, esta es la peor transición que he hecho de una ilustración al texto bíblico, pero emocionalmente todos los amantes de perros están conmigo. Estoy tratando de dirigirlos hacia Jesús, y si puedo hacer que todos los amantes de perros conozcan a Jesús, habrá un avivamiento, ¿de acuerdo?

Por tanto, ¿no les encanta un buen rescate? ¿No les encanta un buen rescate? ¿Amén? ¿Cierto? Nos encanta un buen rescate. Por eso, cuando los bomberos entran a un edificio y salen con los niños, nos alegramos. Por eso, cuando algo malo pasa, y la policía llega y todos están bien, nos alegramos. Por eso, cuando alguien gobierna sobre otros en forma horrenda y los soldados llegan para librar, nos alegramos. Por eso es que hasta los programas de televisión y las películas que disfrutamos todas son temas de rescate, ¿cierto? O cuando todos se hallan en un destino terrible o alguien o algo se halla en un destino terrible, y no pueden rescatarse ellos mismos. Están condenados, y una sentencia de muerte pende sobre ellos, ¡pero de pronto viene el salvador! Alguien llegará a rescatarlos.

Y les digo eso porque ese es el corazón de Dios, y como fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, eso hace eco en nuestro corazón. Nos encanta una buena historia de rescate. Y en realidad esa es la historia de la Biblia. Es la historia de rescate más grande que jamás fue contada. Y estamos más o menos en esa posición donde aunque no seamos conscientes de ello una sentencia de muerte pende sobre nosotros y no podeos salvarnos a nosotros mismos, y necesitamos que alguien más venga y haga lo que no podemos hacer, o sea, rescatarnos y ponernos en nuestra familia eterna.

Nota: Esta transcripción ha sido editada para la legibilidad.

Fuente: Mars Hill Church

Todavía a tiempo

Podemos pensar que ya es tarde para cambiar las cosas que nos gustaría que fueran de otra manera. Que ya es tarde para ceder y dar la razón a aquello que en su momento pensamos que no la tenían, aunque ahora tengamos nuestras dudas y sólo por orgullo, prefiramos «sostenella y no enmedalla» usando esta frase que nace del orgullo español y que tantos problemas ha dado en la historia. Podemos pensar que no necesitamos de ningún salvador ni ser salvados de nada, ni tan siquiera de nosotros mismos y si acaso surgiera en el horizonte alguna duda, atrincherarnos en la vanagloria.

Hay otro camino. El de rectificar a tiempo. Partir de cero en lo posible y reconsiderar las cosas. Tener en cuenta que se puede estar muchos años cometiendo el mismo error del que ya, casi ni nos avisan. Pensar que la humildad puede ser incluso muy rentable porque nos puede llevar a la verdad. Dice un proverbio japonés que cuando uno es joven e inexperto, «el agua es agua, las montañas son montañas y los árboles son árboles». Cuando se es leído e instruido «el agua ya no es agua, las montañas tal vez no sean montañas y los árboles tal vez no sean montañas». Cuando se es verdaderamente sabio, «el agua vuelve a ser agua, las montañas son montañas y los árboles son árboles». Tal vez de pequeños y de jóvenes tuvimos claro que Dios existe, que el mundo no puede venir por azar y casualidad y que Jesucristo era el mejor de los maestros. Luego, tal vez tuvimos a gala apartarnos de ello. Pero ahí sigue la evidencia de la tumba vacía, que demuestra que algo muy fuera de lo común ocurrió y, analizando las opciones, nos queda que la más coherente, fíjate tú, es la milagrosa: que Jesucristo resucitó y entonces es quien dijo ser y ciertas todas sus enseñanzas. Hoy es el día de salvación, nos recuerda la Escritura () Mientras haya aliento en nosotros, todavía estamos a tiempo de arrepentirnos de una forma de pensar y de vivir contrarias a un Dios que es amor y justicia, y confiar plenamente en que Cristo nos salvó al morir en la cruz del calvario. No perdamos ni un minuto. No nos olvidemos de la sentencia del clásico: «Al final de la jornada, aquel que salva sabe y el que no, no sabe nada».

Reconciliaos con Dios

El ser humano tiende a hacerse dioses a su medida. O bien los inventa o, algo muy frecuente, selecciona lo que le gusta del Dios verdadero, rechaza lo que menos le agrada y lo recompone haciéndolo su imagen. Es decir, que el dios sigue siendo el propio hombre.

Hay otro camino. El de creer en el confiable texto de la propia Palabra de Dios. La Biblia. En ella, Dios se llama a sí mismo amor (). Cierto. Impresionantes son las lecciones que se sacan del hecho que hay un Dios personal que me ama y a quien no soy ajeno. Pero Dios es también justo (). No vale cualquier cosa ante Él. Es santo (). Nuestro rechazo de su persona y de sus propuestas, nuestra orgullosa autoafirmación descartando a Dios de nuestras vidas, siguiendo nuestra propios planes ajenos a su voluntad, constituyen lo que también en la Biblia se conoce como «pecado», enfermedad de la que estamos todos infectados ().

Sin embargo, ese Dios que es amor, ha preparado el remedio para que pueda tener lugar el más trascendente de los eventos en la vida humana: la reconciliación del ser humano con Él. Nos dice la Biblia que por eso murió Cristo. Sin haber ofendido nunca a Dios, sin haber fracasado en nada, Jesús ocupó nuestro lugar en aquella cruz, cargando sobre sí mismo el pecado de todos, de modo que la justicia y la paz se encuentran y es posible la reconciliación con Dios cuando creemos de corazón que eso es verdad y que tiene que ver conmigo y contigo a nivel personal. Quien crea en Jesús, se ve reconciliado con Dios. La deuda está pagada para quien se lo quiera creer, para quien quiera correr a los brazos de un Padre amante, que desea que el hombre se reconcilie con él.

Por eso, seguimos insistiendo y gritando a los cuatro vientos: ¡Reconciliaos con Dios! ()

¿Cómo llegar a ser verdaderamente cristiano?

Para la inmensa mayoría, ser cristiano es una etiqueta meramente cultural, por lo que es necesario ir al texto bíblico para recordar en qué consiste ser verdaderamente cristiano. Muchos son los textos que dan fe de las verdades que enunciamos a continuación, pero extraemos los siguientes:

En primer lugar, hemos de conocer el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros: Jesús dice en el evangelio de Juan: «Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna» ().

Hay un diagnóstico divino que es claro y del que no nos escapamos nadie: «Todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios» (). Esto hay que reconocerlo. Mientras que «el pago que da el pecado es la muerte» (), la esperanza es que «…el don de Dios es vida eterna en unión con Cristo Jesús, nuestro Señor» ().

Dios nos perdona si sinceramente confesamos que hemos pecado y le pedimos perdón: «pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad» ().

De hecho, Jesús murió en la cruz para que todas las personas pudieran salvarse: «Esto es muy cierto, y todos deben creerlo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores» () y refiriéndose a Jesús, el profeta dice «todos nosotros nos perdimos como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros« ().

Llego a ser cristiano, no por rituales externos, ni por etiqueta cultural alguna, sino cuando de todo corazón creo que Jesucristo es mi Salvador y Señor: «Esta palabra es el mensaje de fe que predicamos. Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se reconoce a Jesucristo para alcanzar la salvación. La Escritura dice: El que confíe en él, no quedará defraudado» ().

La Biblia dice que podemos llamarnos entonces hijos de Dios, cuando creemos en Cristo y le recibimos: «Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios» (). Por tanto, ser cristiano es experimentar y vivir una auténtica relación personal con Dios.

La Biblia: ¿literatura sin más?

«La Biblia es un libro escrito por unos pocos, para controlar el poder», me decía de modo superficial, un interlocutor no hace mucho tiempo. Podemos considerar esta maravillosa biblioteca que es la Biblia un mero producto de la invención humana, con altas cumbres de sabiduría, eso sí, pero creación humana sin más.

Hay otro camino. El de recordar que durante mil quinientos años, más de cuarenta autores de trasfondo social desigual han coincidido sorprendentemente en el mensaje, han producido una obra sin igual en la historia, en la que, en contra de la literatura contemporánea a los escritos bíblicos, no se ocultan las miserias de los que parecen ser héroes en ocasiones y que lejos de ser mitos, son en realidad desmitificadores; relatos que hablan a lo profundo del hombre desde siempre, y un texto que reclama para sí una autoría superior, un soplo divino que ha inspirado a los autores sin anularlos (). Cabe, pues, considerar a la Biblia como lo que ella misma dice ser: una carta abierta de Dios a la humanidad en la que se nos cuenta la historia de un Dios trascendente que nos creó, nos ama y se nos manifiesta en la persona de Jesús de Nazaret, el Mesías prometido desde los inicios, quien muere en una cruz para salvar a todo aquel que crea en Él () y que ha sellado su verdad, deidad y victoria al dejar la tumba vacía.

Podemos, sobre todo, rebelarnos ante conocerla de oídas y abrir por tanto sus páginas para descubrir por nosotros mismos, lo que en ella Dios tiene que decirnos.

La indignación revolucionaria

Nos indigna la injusticia, la opresión, la guerra, el hambre, la pobreza… en especial todos aquellas cosas que rebajan al hombre de su dignidad intrínseca y que tienen su origen en la propia mano del hombre. En el centro de la ciudad de Madrid, en España, a poca distancia de donde se escriben estas líneas, hay un campamento urbano desde hace semanas, una de las muchas caras del movimiento «15M», alzando la voz en medio del sopor reinante, anhelando una revolución ética. No podemos dejar de escucharlos.

Pero hay otro camino, aún más revolucionario: sentir la debida indignación por uno mismo al considerar nuestras propias inconsistencias y contradicciones (tan humanas, por otra parte). De hecho, confesar nuestra incapacidad para vivir la utopía propia, tanto en el plano individual como colectivo, más allá de euforias pasajeras. El hombre ha demostrado a lo largo de la historia ser un fracaso a la hora de cambiar el mundo. Y también de cambiar adecuadamente su mundo. Pero con Ayuda es posible. Podemos darnos media vuelta, en el plano existencial, y volvernos a Dios. Jesús de Nazaret se acerca al hombre desde el amor y ofertando arreglar el fracaso humano de raíz. Su demanda empieza por una solicitud de que se dé ese giro vital, eso que en la Biblia se conoce como arrepentimiento. «…el reino de Dios se ha acercado. ¡arrepentíos y creed en el evangelio!» () «Dios manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan.» () Indignados y tristes por nuestros propios fracasos, aceptando los términos de Jesucristo, podemos experimentar el perdón y renovación necesarios para vivir verdaderamente una nueva vida. De hecho, Jesús lo dijo bien claro: «os es necesario nacer de nuevo» (). Y a partir de ahí, otro mundo es posible porque mi mundo será diferente.

El único revolucionario

Podemos confiar en la utopía humana que nos plantea siempre nuevas metas, contribuye a la creación de nuevos horizontes a los que acercarnos y a los que nunca llegaremos. Sin duda es importante conseguir las mayores cotas de justicia posibles en nuestro entorno, trabajar incansablemente por la paz y el bienestar, evitando tiranías y el abuso del prójimo. No podemos desestimar los momentos de la historia en los que se ha podido avanzar un poco en este sentido. De hecho, en este siglo XXI, estamos asistiendo a una revolución en el mundo árabe y más allá, que nos ha sorprendido a todos. Pero cuando repasamos detenidamente la historia, nos damos cuenta de que, en muchas ocasiones, las revoluciones hacen que el poder y el dinero cambien de manos, pero la tendencia a cometer los mismos errores del pasado se mantiene.

Hay otro camino. Atender al que, en un sentido, es el verdadero revolucionario. En realidad, el único revolucionario: Jesús de Nazaret. Nos llama a creer en él, a que aceptemos que Él es quien dice ser: el único camino al Padre (), aquel que tiene el único nombre en el que podemos ser salvos (). Nos llama a dar media vuelta en el camino, es decir, arrepentirnos y volvernos a Dios (). Y es que así se arregla la fuente de todos los males, de todas las injusticias del ayer, del hoy y del mañana: el corazón corrompido del ser humano, el fracaso del hombre ante sí mismo, ante el prójimo y ante Dios: eso que la Biblia llama “pecado”, con consecuencias trágicas si no se arregla: la de una eternidad sin Dios. Sin embargo, la buena noticia que es el evangelio es que Jesucristo nos puede perdonar, y dar la vida eterna si hay esa fe genuina en él. Y entonces surge en nosotros un nuevo ser, vemos todo de un modo diferente. Es la verdadera revolución.

Cómo ser salvo

Podemos pensar que no necesitamos de nada ni de nadie en términos de salvación. Levantar un muro de sospecha ante aquellos que nos dicen que nos salvarán de esto o de lo otro y probablemente haremos bien, porque la historia humana suele jalonarse de explotaciones y abusos mutuos.

Hay otro camino al considerar a Jesús de Nazaret y responder honestamente ante el contenido de esa impresionante carta abierta de Dios a la humanidad que es la Biblia. Fiable históricamente, coherente hasta al punto de sorprender la unicidad temática de más de cuarenta autores a lo largo de más de quince siglos, nos habla en un lenguaje vigente en los albores del siglo XXI. Y nos recuerda que el ser humano puede ser rescatado, salvado de sus propios errores y pecados de consecuencias eternas, y nos muestra un diagnóstico que, de entrada, no es agradable: «todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» () y «la paga del pecado es muerte, mas el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» () pero nos recuerda que el Dios de la Biblia es un Dios personal que nos ama: «porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» () y que ofrece perdón: «Si confesamos nuestros pecados, él (Dios) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad» () si reconocemos el valor que tiene la muerte de Cristo en la cruz, como un sacrificio expiatorio en nuestro lugar: «todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino, mas Yavé cargó en él el pecado de todos nosotros» () es posible ser salvo «Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo» ().

Con que… ¿«Yes, we can»?

El interesante lema que el presidente Obama usó en su campaña presidencial, «Yes, we can» («Sí, nosotros podemos»), generó en quienes le votaron todo un flujo de ilusiones y esperanzas que trascendieron con mucho las fronteras estadounidenses. Como señalaron algunos medios, de la noche a la mañana, un desconocido político de Chicago se había convertido en presidente de Estados Unidos, premio Nobel de la Paz y mito internacional. Para muchos, el panorama interno en EE.UU. iba a cambiar, con mejoras sociales indiscutibles para ellos y fuera del país, el papel de Obama sería prometedor generando un nuevo clima mundial de entendimiento. Sin embargo, una vez dentro, muchas son las riendas ocultas que tiran siempre del poder en todas direcciones y no es tan fácil dirigir el carro y además, hace unas semanas, tuvo lugar ante los ojos de todo el mundo la debacle del presidente estadounidense al perder el control de la Cámara de Representantes de ese país. Ahora todo su planteamiento tendrá que cambiar. Aquellos que depositaron su esperanza en el hombre se han visto frustrados… una vez más.

¿«Yes, we can»? Pues no exactamente. A lo largo de los siglos, Dios quiere que su pueblo aprenda la necesaria lección de la dependencia de Él y de Su gracia. Nuestras esperanzas verdaderas han de estar puestas en Dios y no en el hombre. Entre muchas exhortaciones al respecto, recordemos el momento histórico en el que el imperio babilónico era el hegemónico y avanzaba conquistando a diestra y siniestra y el pueblo de Dios en Judá palpaba su debilidad ante dicha amenaza. Una y otra vez recurrían a buscar su propia estrategia: apoyarse en el hombre a través de diferentes alianzas con el Egipto de los faraones y con otros, en vez de confiar en Dios. El profeta habló de parte del Señor a ellos y también a nosotros: «…maldito el varón que confía en el hombre …y su corazón se aparta de Yahveh» ().

Es cierto que Dios, por su gracia, ha querido contar con nosotros como colaboradores en Su Obra, de modo que hay lugar para el esfuerzo y para hacer cosas. Los jardines están en su esplendor cuando, a la belleza de la sinfonía de colores con que Dios ha dotado a flores y plantas, se suma un jardinero que las cuida con diligencia. Pero tengamos claro que nuestra competencia para el ministerio viene de Dios. Es de Él de quien recibimos fuerzas, proyectos y esperanzas fundadas. Su gracia es la que nos enseña, nos capacita, nos ayuda a trabajar. «…no yo, sino la gracia de Dios en mí» decía Pablo (). Por eso nos quedamos con la exhortación que el profeta hacía a continuación de la mencionada: «bendito el varón que confía en Yahveh» ()

(En prensa para la revista Edificación Cristiana)