Reflexiones al borde del camino

PAZ, ANSIADA PAZ

Por 13/03/2021diciembre 23rd, 2023Sin comentarios

A lo largo de nuestra vida, en muchas ocasiones nos damos cuenta de que necesitamos paz, pero a veces, la necesitamos de manera desesperante.
En nuestro día a día, nos encontramos conflictos en el trabajo, en casa, dentro de la familia… enemistades entre vecinos, pueblos… confusión, intranquilidad, inquietud, oímos de guerras y vemos sus devastadoras consecuencias, dejando familias desoladas por la pérdida, arrasando ciudades sin importar las personas que se lleve por delante…


En contraposición a todo esto, buscamos paz en nuestras vidas, la armonía de la gente a nuestro alrededor, tranquilidad en las cuestiones, quietud en nuestra rutina, sosiego en medio del estrés, calma en medio del agobio, concordia en los conflictos, y con todo esto traer paz a nuestras vidas.
Sin embargo, por mucho que lo intentemos, luchemos y nos esforcemos, en ocasiones casi pareciera que no la podemos hallar, pero ¿y si alguien la pudiera ganar por nosotros?
Hace unos 3000 años un profeta llamado Isaías dijo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre”.
Años después, unos 700, unos ángeles anunciaban a unos pastores la venido de Jesús y decían: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14)
Y, como estaba profetizado y como los ángeles anunciaron: Jesús nació.
Había nacido el Príncipe de paz, pero sin embargo los judíos seguían estando bajo el yugo romano, las personas seguían teniendo conflictos, seguía habiendo enemistades… ¿y entonces qué significaba la paz?
A lo largo de su vida en la tierra, Jesús dio un mensaje de esperanza, de paz en medio del temor, de amor en medio de la enemistad… Fue Él quien puso paz en medio de una gran tormenta (Mateo 8:23-27), fue quien dio paz en medio de la pérdida de una hija a la que devolvió a sus padres con vida (Lucas 8:49-56), fue Jesús quien dio paz a un hombre atormentado por demonios (Mateo 8: 28-34), fue Él, Jesús, que ponía orden en la vida de publicanos y pecadores (Lucas 19:1-10), dándoles paz a través de su perdón…
Muchos de su época, no entendieron cómo podría traer paz sin vencer a las potencias opresoras, sin vencer a los gobiernos que abusaban con impuestos. Pero no lo habían entendido, Él había venido a traer paz en la vida de las personas que quieran estar a su lado. Él es el único camino si quieres hallar la paz (Hechos 4:12), porque el castigo de nuestra paz fue sobre Él (Isaías 53:5)
Para lograr restaurar aquello que el pecado había roto en nosotros mismos, en nuestros semejantes, entre Dios y nosotros, Jesús cargó el pecado que nosotros merecíamos.
Él dijo: “mi paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).
Él decidió pagar el precio de nuestra paz, haciendo la paz mediante la cruz.
Para poder darnos paz, Él recibió castigo, lejanía, dolor, separación, sufrimiento… Y todo ello para que nosotros ahora podamos ser justificados por la fe y tengamos paz para con Dios (Romanos 5:1).
Una paz que sobrepasa todo entendimiento; una paz asegurada, aún en medio de las tormentas de la vida, si decides dejar tu vida en manos del mismo Príncipe de paz, que quiere darte la paz que tanto ansias.