Es propia del ser humano la tendencia a considerar el arrepentimiento como algo indigno. Nuestro orgullo innato nos dificulta rectificar y mucho más, el reconocer dicha rectificación. No digamos la posibilidad de pedir perdón de modo sincero…
Hay otro camino. Para ello, hace falta considerar un punto de partida en nuestra relación con Dios. Se trata de entender primero en qué consiste realmente el término «evangelio». Significa «buenas noticias». ¿Por qué «buenas noticias»? Jesucristo enseñó que Dios, que es amor, () es también totalmente justo y no tolera el pecado en su presencia () Ante Él estamos al descubierto, porque tiene en cuenta no sólo nuestros actos, sino el sótano oculto de nuestros pensamientos y motivaciones,. (, ,) Por eso el pronóstico que la Biblia hace del ser humano es malo: «…todos han pecado y están privados de la gloria de Dios…» () Ante este sombrío panorama, brilla la luz esperanzadora de una buena noticia (el evangelio): que, si bien «la paga del pecado es muerte… el don de Dios es vida eterna en unión con Cristo Jesús , nuestro Señor» (). De hecho, «Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros» ()
Pero Dios pide de nosotros un arrepentimiento previo. Jesucristo insiste: «¡el … reino de Dios se ha acercado. ¡arrepentíos y creed en el evangelio!» () «Dios manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan.» () Arrepentirse es reconocer nuestros fracasos y ofensas ante Dios, pedir sinceramente perdón y dar media vuelta en nuestra trayectoria en la vida, habiendo mirado a la cruz en la que Cristo murió para salvarnos. Creer en Él es aceptar sin reservas el regalo de la salvación: «por gracia habéis sido salvados mediante la fe; esto no procede de vosotros, sino que es el regalo de Dios , no por obras, para que nadie se jacte» () Creer no es sólo asentir intelectualmente. Es confiar; es entregarse. Esa es la fe que salva, la que nos lleva a dar a Cristo la razón y darle nuestra vida. Creer o no creer: esa es la cuestión. La respuesta ante Jesús y su obra tiene repercusiones eternas: «el que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios» ()