Durante la primera semana de este mes, en los entornos en los que la iglesia de Roma ha mantenido una histórica influencia, turistas y lugareños habrán asistido a una serie de procesiones religiosas por las calles de pueblos y ciudades, siendo protagonistas las imágenes policromadas que las distintas cofradías sacan por las calles, en un melodrama que pretende llegar al alma popular, como dijera el gran escritor Miguel Delibes. En España y a pesar de la supuesta secularización de nuestra sociedad, las diferentes procesiones siguen siendo noticia en los informativos nacionales. En unos lugares, como en Castilla y León por ejemplo, serán el silencio y el recogimiento los que envolverán los diferentes pasos. En sitios como Andalucía, las saetas los romperán, desahogando la emoción de muchos ante la visión de las imágenes.
Hay otro camino. Porque la mayoría de los que acuden a las procesiones, no se habrán parado a sentarse en silencio para abrir las páginas de la Biblia y leer lo que los evangelistas dicen sobre la obra de Cristo en la Cruz del Calvario. Se seguirán conformando con el drama anual, al ritmo que marca la inercia de la tradición. La Biblia, mientras tanto, cerrada. Sin embargo, si creemos que Dios se ha revelado en ella, en Su Palabra, más nos valdrá abrirla, escuchar y ajustar todo lo que somos y hacemos a ella. Descubriremos que Dios, en la expresión de sus mandamientos1, no quiere que nos hagamos imágenes, porque finalmente distraerán nuestra atención y desviarán nuestra verdadera adoración. Claro que recordamos la obra de Cristo -Él mismo lo mandó- , como anunciamos los cristianos en la llamada Cena del Señor2. De modo que la procesión verdadera, por así decirlo, es la que va por dentro. Porque no son los sayones encapuchados los que llevan a Cristo a la cruz, sino nuestros pecados, nuestros fracasos y rebeldías contra el Dios que nos amó tanto que envió a Cristo para morir por nosotros3. El arrepentimiento sincero, la vuelta a Dios creyéndole a Él, hace posible que seamos salvos, motivo por el que Cristo vino4. Y no olvidemos que su tumba, dos mil años después, sigue vacía porque vive. La resurrección de Cristo sigue llenando de sentido pleno la fe y dando renovada esperanza.
- – «No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás, porque yo soy Yaveh, tu Dios.»
(2) – «…todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.»
(3) – «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.»
(4) – «el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.»