Nos han contado muchas cosas y hemos hecho nuestra propia composición de lugar acerca del cristianismo, al que se cuenta como una religión más, que para muchos es seña de identidad, aunque sea sólo de nombre, para algunos una fuente de valores en el fondo insustituible y no falta quien piensa que en realidad es retrógrado, fuente de guerras, cruzadas y conflictos.
Hay otro camino. Se trata de ir a las fuentes originales y tal vez redescubrirlo todo al ver el tesoro que en realidad allí se esconde, oculto por nuestros prejuicios, la más de las veces indocumentados. Vayamos al evangelio en vivo y en directo y comprobaremos que cuando uno lee la Biblia, tanto en el Antiguo Testamento y más evidente aún en el Nuevo, todo gira en torno a Jesús de Nazaret. Su persona y su obra son centrales. Él era Mesías (el «Cristo») prometido desde hacía siglos (ver, a modo de simple botón de muestra ) en quien se cumplen docenas de profecías con una exactitud pasmosa, y a Él nos remiten los evangelistas y epístolas y nos recuerdan sus palabras, la necesidad que tenemos (que Él mismo señaló) de creer en Él, confiando plenamente en que si dice que tenemos vida eterna al hacerlo, es que es verdad, como lo es su vigente llamado a todo hombre y mujer de toda época y lugar, a abandonar su insolente autosuficiencia y sus fracasos («su pecado») y arrepentirse dando media de vuelta en la trayectoria vital, para mirar de cara a la cruz en la Cristo murió para salvarnos, si creemos en Él. Tal es su amor por la humanidad, por usted y por mí, que lo hizo muriendo en nuestro lugar. Luego, experimentaremos que la tumba vacía hace posible el encuentro con el Cristo vivo, lo que transformará nuestra existencia a este lado de la muerte y más allá. Ya no se tratará tanto del «cristianismo» como si de una etiqueta de múltiples significados se tratara. Se tratará de una relación personal, transformadora de modo radical, con Jesús. Porque el cristianismo, es sencillamente Cristo.
«…Cristo es la imagen del Dios invisible …todo fue creado por medio de Él y para Él y Él es antes de todas las cosas y todas las cosas en Él subsisten …» (Colosenses 1:15-16)
«…Para vosotros, pues, los que creéis, Él (Cristo) es precioso…» (1ª de Pedro 2:7)
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