Si tuvieras que decir tu última frase ¿Qué dirías? ¿Malgastarías tu voz en discutir o en quejarte? ¿Con quién emplearías esa última expresión?
Al pensar en que poder expresarnos con la voz, el tono, la expresión… venía a mi mente que tenemos el privilegio de poder alzar la voz con palabras que son capaces de crear reacciones, informar, aliviar, acercar, herir, sanar, guiar, separar…
Hoy quería hablarte de la Palabra. La que creó, la que sostiene, la que cuida, la que guía y persiste en recordarte que te ama. La voz del Dios eterno.
Juan lo expresó así (1:1-5):
En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la palabra era Dios.
Estaba en el principio junto a Dios, todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella nada de lo que ha sido hecho fue hecho.
En ella estaba la vida y la vida era la luz de la humanidad.
Dios desde el principio quería relacionarse con nosotros, paseando y hablando con los primeros humanos, mostrándose y hablando a través de los profetas, enviando a los jueces… Pero después, hace ya dos mil años, su mensaje de amor se hizo carne: Dios mismo en la persona de su hijo Jesús.
Su voz enseñó, sanó, mostró el camino, calmó la tempestad, puso en evidencia la corrupción, restableció corazones rotos, volvió a llenar las vidas de esperanza, resucitó a Lázaro…
Un día hablando Jesús con ejemplos dijo unas palabras que deseo compartir contigo: (Juan 10: 11,27-28)
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen; y yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano.”
Para poder cumplir con estas palabras, tan solo un tiempo después, Su voz rogó al Padre en Getsemaní, Su voz otorgó perdón a sus verdugos colgado de una cruz cuando dijo “perdónalos porque no saben lo que hace”; y finalmente clamó: consumado es.
Entonces se hizo silencio.
Pero pasados tres días esa voz se oyó de nuevo entre sus discípulos, dejando una misión que cumplir, restaurando la esperanza perdida tras su muerte, dando validez a sus palabras anteriores y al futuro que venía por delante.
Hoy, Él quiere hablarte. Su mensaje es un mensaje de amor.
¿Querrías escuchar la voz de Aquel que estuvo dispuesto a entregarse para darte un futuro lleno de esperanza a su lado?