Hay ocasiones en las que tienes el placer de conocer a alguien que es inigualable en destreza o en inteligencia, quizá alguien que fuera inigualable por mostrar amor de manera excepcional… Con estas personas pasarías tiempo escuchando; mirarías perplejo como pinta, diseña, opera, canta, toca un instrumento, o te encantaría ver cómo es su día a día con los demás.
Sin embargo, por muy inigualables que sean, estoy segura que, si estuviéramos el suficiente tiempo con ellos, nos daríamos cuenta de que a pesar de que sus habilidades son extraordinarias, cometen errores, no lo saben todo o a veces su carácter se les va de las manos.
Sin embargo, mires por donde mires, lo inigualable de Jesús nos sorprende y nos emociona.
Cuanto más lo conozcas, más impresionado estarás, porque lo grandioso de Jesús es que, siendo inigualable, se humilló para hacerse como uno de nosotros, pero sin pecado y siendo Dios…
¡Increíble! Ven conmigo e intenta mirar a Jesús sin ideas preconcebidas, sin el “ya le conozco”.
Jesús, el inigualable es, además, indescriptible porque por mucho que podamos decir de Él, nunca lo podremos describir del todo.
Jesús, el del amor inagotable, un amor que es perfecto, desinteresado, un amor que hace justicia, que no tiene envidia, que todo lo cree y todo lo sufre.
Jesús, el mejor Maestro, porque hablaba al corazón; el Maestro a quién nunca le pillaron sin respuesta, el que con su vida respaldó sus enseñanzas.
Jesús, el Pan de vida, Aquel que da sustento, que sacia al hambriento.
Jesús, el Agua de vida, ese Agua que sacia de verdad y que calma la más profunda ansiedad.
Jesús, el buen Pastor, que busca a la oveja pérdida y da su vida por salvar la mía.
Jesús, el perfecto Hijo de Dios, quien estuvo dispuesto a cumplir el plan que le llevó a morir en mi lugar.
Jesús, el Sanador, el mejor doctor, el que tocaba al leproso, el que libraba de los demonios y aún a los muertos devolvía a la vida.
Jesús, el Salvador perfecto, el Salvador eterno, Aquel que mi historia cambió, quien mi castigo cargó.
Jesús, el mejor Capitán, Aquel que no solo guía, sino calma la tempestad, Él sabe siempre a buen puerto llegar y si Él está en la barca ¿qué me puede asustar?
Jesús, la Roca eterna, mi fuerza en debilidad, el que no falla y nunca defrauda.
Jesús, el Cordero inmolado, que en juicio injusto calló, aunque su defensa era perfecta porque en Él no había error.
Jesús, mi Redentor, quien al ver mi deuda, mi destino eterno, mi muerte, mi dolor, decidió dejar su trono para cambiarlo todo.
Y la verdad es que podría seguir, seguir y seguir… Reconociendo su poder, justicia, misericordia, paz, perdón, consuelo, verdad, camino… Y sin embargo las palabras serían poco para poder describir a alguien tan Increíble, Perfecto, Indescriptible, Inagotable, Inabarcable…
Después de todo esto, ¿aún crees conocerle?
Pensando en ello, solo quiero animarte a que lo descubras. Estoy segura, de que como a mí, te cambiará la vida.
Me fascina su amor, su cercanía e interés por cada persona a pesar de que conoce nuestros fallos mejor que nadie.
Imagínate ¿qué harías si te encontrases con el Indescriptible Jesús?