«Estoy de lunes… por fin es viernes» o «ya llegan las vacaciones» son los suspiros, para muchos de corte existencial, que continuamente oímos a diestra y siniestra. ¿En qué consiste el descanso verdaderamente reparador? Porque desde que se ganó la batalla, en ciertas partes del mundo, a los horarios y trabajos esclavizadores hijos de las antiguas revoluciones industriales, se pensó que el hombre con más tiempo de ocio, sería un hombre más libre, culto y cabal y sin embargo, ahora es esclavo de la industria del ocio y del entretenimiento vacío.
En la Biblia, Dios nos enseña algunas claves para el verdadero descanso. Necesitamos aprender a parar la actividad periódicamente, tomando buena nota del ritmo divino en la creación, en el que Dios cesa su obra para contemplarla y da la base de lo que es un mandamiento posterior: el del día de reposo, hecho para el hombre (no al revés) y del cual Cristo es el Señor (). Los discípulos de Jesús, celebramos los domingos su resurrección, dejando a un lado nuestra actividad laboral, con el fin de adorar a Dios y resituarle como eje principal de nuestra existencia. Debiera constituir una parada en la semana en la que también haya tiempo para el silencio personal ante Dios, la consideración de la tarea realizada así como la que está por realizar.
Frente al activismo laboral y aún el uso agotador de nuestro tiempo de ocio, urge imponerse la disciplina del reposo y apartarnos a nuestra higuera particular con personal regularidad. Puede ser un sábado al mes, un fin de semana al cuatrimestre, unas semanas al año… tanto a nivel individual como en familia.
El descanso bíblico no consiste en vaciar la mente, sino en amueblarla mejor y llenarla de las saludables y revolucionarias ideas de Cristo. Por tanto, no se trata de entregarnos a un ocio vacío, sino de un tiempo con pleno sentido, al que Él nos invita. («Venid vosotros aparte, a un lugar desierto y descansad un poco» – ) Dormir lo adecuado, cambiar de paisaje, fortalecer los lazos familiares, estar y jugar con los hijos, leer buenos libros (no nos olvidemos la Biblia, de la que nuestros países están huérfanos), escuchar buena música, levantar la vista para disfrutar del sabor de una puesta de sol y del entorno natural, escuchar atento los diferentes cantos de los pájaros, subirse a un alto y llenar la vista de horizontes amplios y los pulmones con aire limpio, dando gracias al Creador de todo ello, etc., contribuyen a la renovación de las fuerzas, sin perder de vista que la dosis imprescindible de descanso verdadero, la que nos inmuniza mejor contra los múltiples agotamientos del alma, no la encontramos en los viajes ni en las cosas, sino en la misma persona de Cristo, quien nos sigue invitando a ir a Él cuanto estamos trabajados y cargados para hacernos descansar.
«Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28).