Reflexiones al borde del camino

Tuve miedo de ti

Por 02/03/2019diciembre 23rd, 2023Sin comentarios

Hacer las cosas por un temor reverente al Señor, como resultado de un agradecimiento a quien es y al tremendo amor que supone haber dado su vida por nosotros, o bien actuar motivados por el miedo, la culpa o la vergüenza. Ese es el tema que trata el capítulo 4 del libro “Vivir en libertad” escrito por Eleonore van Haaften. En él, la autora desarrolla varios puntos interesantes que pueden ayudar a identificar y tratar la/s causas de estar atrapados en una relación insana con Dios.

Destaco de este capítulo varios aspectos con algunas reflexiones añadidas, fruto de las  experiencias vividas por otras personas que me comparten sus luchas:

1.- Padre/padre

Emplear la misma palabra para denominar a nuestros padres terrenales que a Dios nos puede producir ciertos “cortocircuitos neuronales” si las relaciones familiares han sido conflictivas, porque proyectamos y atribuimos a Dios rasgos de carácter que poco o nada tiene que ver con Él.

Evidentemente, no empezamos de cero cuando nos convertimos: nuestro pasado nos acompaña, pero la buena noticia es que….

  1. el pasado influirá en el presente y el futuro, pero no tiene poder para determinarlo, si así lo decidimos
  2. el proceso de santificación supone también una sanidad progresiva (aunque no se olvide lo vivido) por la transformación interior que experimentamos. (Rom.12:2)
  3. es posible salir del papel de víctima por mucho daño que nos hayan hecho, porque, si miramos nuestra “viga” (Mt.7), soltaremos la piedra que lanzaríamos al que consideramos culpable (Jn.8:2-11) y será más fácil dejar de ser jueces y decidir empezar el proceso del perdón. No olvidemos esto: el perdón es una decisión, pero también un proceso, a veces muy largo. Estamos viviendo en la era de lo instantáneo, pero es un espejismo: las cosas que de verdad importan en la vida siempre requieren tiempo y esfuerzo.

 

2.- Dios como un juez frío y distante

Es verdad que el atributo de juez es bíblico, pero no está justificado abstraerlo selectivamente sin considerar la misericordia divina, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Ver solo a Dios como juez supone vivir motivados por el miedo, la culpa o la vergüenza.

Podemos decir que un ejemplo de jueces fríos eran los fariseos, cuyo comportamiento fue confrontado duramente por Jesús. Es posible que estas personas empezaran bien queriendo evitar, al obedecer la ley, volver a experimentar el drama del exilio, pero exigían perfección. Cuando se tiene la perfección como meta, pasan dos cosas:

  1. a) no se está teniendo en cuenta la naturaleza humana falible y
  2. b) se está utilizando la “seguridad” de las cosas bien hechas externas para compensar la inseguridad, el miedo a volver a caer, originando “sepulcros blanqueados”: personas que sentencian de forma “dura y mordaz”.

A veces, podemos encontrarnos con personas que, por ejemplo, han salido de la droga, que tienen una actitud farisea que les da seguridad, pero que hace mucho daño a los demás y a sí mismo si no aprenden y aprehenden sobre la gracia y la seguridad en Dios.