“¿Cuán ancho es el amor de Dios? Cuando se le pidió que describiera la anchura de su amor, Él extendió una mano a la derecha y la otra a la izquierda y se las clavaron estando en esta posición para que tú pudieras saber que Él murió amándote”1
La cruz podemos verla como símbolo de derrota, de final, de sufrimiento… Quizá para algunos una estampa bonita en unos pendientes o un collar, un símbolo religioso o de identidad en algunos casos, pero representa mucho más que todo esto.
¿Imaginas llevar una silla eléctrica en un colgante? Un poco macabro, ¿verdad?, es un símbolo de castigo, de tortura para aquellos con los que se quiere hacer justicia porque son: CULPABLES.
La cruz era el peor castigo y la más cruel de las muertes. Sin embargo, ¿por qué es tan importante? Porque Jesús murió en ella y para aquel que se reconoce pecador, el lugar que el mismo debía tomar. La Palabra de Dios dice: “pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios”2
Para que podamos acercarnos a Dios, Jesús tuvo que pagar primero el precio, tuvo que ser el camino, como el mismo dijo: “-Yo soy el camino, la verdad y la vida -le contestó Jesús-. Nadie llega al Padre sino por mí”3
Jesús sufrió el dolor más terrible, pero también la separación de su Padre, porque se hizo pecado por nosotros. Cargó sobre él nuestra culpa y con ello el castigo que merecíamos
Ante la cruz, nadie quedó indiferente. Tanto los que estaban presentes en el lugar de la crucifixión como los que no, vieron que las tinieblas llegaban cuando Jesús moría, supieron que el templo se había rasgado por la mitad…
La cruz sigue siendo el recordatorio del mayor y más sacrificado acto de amor por nosotros.
La cruz lo cambia todo, porque nos da un mensaje de parte de Dios.
La cruz nos abre un camino hacia Dios, a través de Jesús. Pero también nos hace vivir confiados, porque la reconciliación con Dios no depende de nosotros, ni de las buenas obras que podamos hacer, sino que descansa en la obra que Jesús hizo por nosotros.
“Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido reconciliados, seremos salvados por su vida!”4
1 Él escogió los clavos. Max Lucado
2 Romanos 3:23
3 Juan 14:6
4 Romanos 5: 8,10