“Mirad, ved el curso de la muerte a lo largo de las edades y naciones. ¿Hay alguna ciudad que no tenga cementerio? ¿a qué lugar acudiremos en el que no haya tumbas? Nuestro enemigo la muerte ha pasado por todas partes con su espada y lo ha asolado todo. Por todas partes ha secado hogares y creado aflicción”1
Paso el día de reposo y algunas mujeres se dirigieron a la tumba llenas de aflicción. No les había dado tiempo de preparar el cuerpo de su amado maestro. ¿Quién nos removerá la enorme piedra del sepulcro? – se preguntaban con angustia de camino.
Pero al llegar, la piedra estaba removida, el sello quitado y la tumba sin vigilancia. Les inundó el miedo. Al entrar vieron a dos hombres con vestiduras blancas que les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado” 2
¡Vaya notición! ¿Cómo podía ser? El corazón comenzó a acelerarse, la mente intentó hilar esto con el mensaje de Jesús, su tristeza se transformó en unas inexplicables ganas de gritar de alegría. Entonces… CORRIERON a anunciarlo. Pero no les creían ¿cómo podía ser que Jesús hubiera resucitado?
Algunos de ellos con incredulidad corrieron al sepulcro y se maravillaron de lo que veían: la tumba vacía, los lienzos solos… ¿y si las mujeres estaban en lo cierto?
Durante los siguientes días Jesús se fue apareciendo a los discípulos ¿Imaginas volver a ver a alguien quien has visto muerto? En un primer momento el terror y el miedo se apoderaron de ellos. Le habían visto morir aquel día terrible en el que parecía que su corazón se desgarraría y toda esperanza se había frustrado… Pero hoy, su amado maestro estaba ¡VIVO! Enseñándoles sus manos y sus pies traspasados, su costado, recordándoles cómo él mismo les había dicho que esto sucedería y llevándolos a las profecías que se estaban cumpliendo delante de sus ojos.
¿Cómo pudimos no darnos cuenta? – pensaban los discípulos cuando Jesús les recordó que en numerosas ocasiones ya lo había anunciado: “Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día”3
La obra estaba completa. Jesús había vencido a la muerte y al pecado.
La resurrección es la muestra de que Jesús pagó por nuestros pecados, pero también la señal de que la vida eterna es real.
Jesús mismo dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”4
A lo largo de la historia muchas personas han intentado callar el mensaje potente de Jesús. Algunos lo han intentado minimizar al llevarlo solamente a algo tradicional sin repercusión en el día a día.
En el día de hoy te invitamos a que reflexiones, leas y tengas en cuenta la obra de Jesús en tu vida, no solo una semana al año, sino cada día.
Que su amor te cautive, su esperanza te llene y su presencia te acompañe.
Su obra transforma nuestro corazón, nos reconcilia con Dios, nos limpia de pecado, nos libera de la culpa.
¿Estás dispuesto a tomar en cuenta la obra de Jesús a tu favor y disfrutarla cada día? ¿Recibirás el regalo que Dios te ofrece hoy?
¿Imaginas un mundo donde la muerte no es el fin?, ¿Donde en medio del dolor de la pérdida la esperanza del reencuentro sea algo real? La resurrección es la garantía.
Recuerda: Jesús volvió a vivir para darte VIDA.
1 Los 12 sermones sobre la resurrección. Spurgeon
2Lucas 24: 5-6
3 Lucas 9:22
4 Juan 11: 25